“Cuando puedas poner palabras a lo que sientes, te apropiarás de ello”
Henry Roth
¿Sabes exactamente qué son las emociones?
Una emoción es un proceso interno e involuntario de nuestro sistema nervioso con respuesta a un estímulo externo. Aunque existen un montón de emociones diferentes, hay cuatro emociones básicas y universales. Que sean universales significa que independientemente de los factores culturales, existen en cualquier sociedad. Estas cuatro emociones son: alegría, tristeza, miedo y rabia.
Es importante que sepas que las emociones (todas ellas), por desagradables que puedan resultar, son necesarias y útiles para nuestra supervivencia. Cada una de ellas tiene una función, provoca una acción para ayudarnos a responder de la mejor forma posible a la situación en la que nos encontramos. En toda emoción hay implícita una tendencia a actuar.
Las emociones te ayudan a adaptarte a tus circunstancias acorde con tus necesidades, valores, motivaciones y objetivos. El problema puede aparecer si te quedas enganchado a una de ellas.
Alegría
Aparece cuando nos sentimos satisfechos por algo. Cuando estamos alegres, aparece la necesidad de compartir. La alegría nos ayuda a relacionarnos con los demás. Está bien tener ganas de reír, cantar, bailar, saltar, sonreír…
Cuando estamos contentos, es positivo compartirlo con los demás (no sería adecuado cuando los demás están en un momento de profunda tristeza), celebrarlo, disfrutar de la sensación y, también puedes crear un recordatorio para guardar y poder disfrutar en el futuro recordando ese momento.
A veces, creemos que si nos esforzamos por estar alegres todo el tiempo no sufriremos. Pero omitir el resto de emociones hará que no seamos capaces de gestionar de forma saludable situaciones difíciles de nuestra vida.
Tristeza
La tristeza responde a la vivencia de una pérdida. Cuando la tristeza aparece, es normal tener ganas de estar solo, callado, quieto, tener ganas de llorar, sin ganas de hablar.
Estar tristes nos provoca la necesidad de consuelo. Si no intentamos satisfacer estas necesidades, la tristeza puede convertirse en rabia, sensación de soledad y aislamiento. Es positivo emocionarse y llorar para descargar y buscar a alguien que nos escuche, comprenda y consuele.
Rabia
Generalmente, cuando sentimos rabia es debido a haber percibido una situación como injusta. Cuando nos enfadamos, necesitamos expresarlo y sentir que alguien nos comprende. La rabia es una emoción que nos hace sentir llenos de energía y nos ayuda a poner límites cuando alguien intenta abusar de nosotros.
Es normal notar ganas de agredir (dar golpes, insultar, refunfuñar, dar un portazo, etc.). En estas situaciones es positivo que pidas que quien te está haciendo daño pare. Si no lo hace, está bien que busques protegerte y/o alejarte. Puedes llorar para descargar la tensión, y también puedes buscar una forma simbólica de satisfacer tus ganas de agredir, sin causar daño a nadie (golpeando un cojín, romper papeles, estrujar una pelota, etc.).
Cuando no nos permitimos expresar y gestionar la rabia, es frecuente que aparezca la culpa.
Miedo
Tenemos miedo cuando percibimos una amenaza, sentimos que estamos en peligro. A veces, el miedo también aparece ante situaciones que no suponen un riesgo para nuestra integridad física, pero que percibimos como amenazantes para nuestro bienestar emocional.
Si sentimos miedo tenemos la necesidad de protegernos. Eso nos puede llevar a unas enormes ganas de escapar. Lo primero que hay que valorar cuando tenemos miedo es si esa situación es un gran peligro real, y si lo mejor es evitarlo o enfrentarlo.
Cuando la mejor opción es enfrentarte al peligro, es sano pedir ayuda para protegerte o puedes protegerte tu misma/o (con protección física, jurídica, práctica). Si nos decimos frases tranquilizadoras y realistas nos estaremos creando un chaleco antibalas psicológico.
En ambos casos, es positivo compartir la experiencia con alguien, y si lo necesitas, llorar, para descargar la tensión. También puedes encontrar una forma simbólica de descargar como, por ejemplo, golpear un cojín o estrujando una pelota.
Cuando no existe un peligro real, si nos sentimos ansiosos es positivo comprobar que no hay amenaza (con el pensamiento o preguntando), cerrar el “grifo” del miedo y utilizar frases tranquilizadoras, si es necesario.
Si nos quedamos enganchados en el miedo y no somos capaces de gestionarlo pueden aparecer pánico y ansiedad desproporcionada.
Cuando te hablo de aceptar tus emociones y permitirte sentirlas, no se trata de resignarte. Eso haría que tu actitud fuera pasiva y percibieras la situación como totalmente incontrolable.
Gestionar bien tus emociones significa poder identificarlas y poner en marcha esos mecanismos y estrategias que te permitan expresarlas de forma sana.
Es probable que te sientas más identificada/o y que sientas más a menudo una de las cuatro emociones que te he presentado. ¿Tienes claro cuál es? Pues bien, ahora me gustaría proponerte que te imagines que cada emoción es una ventana. Cada ventana es diferente, tienen colores, tamaños y formas distintos. Primero, sitúate mirando por la ventana de la emoción que has elegido. ¿Cómo se ven las cosas desde ahí?
Ahora permítete transitar por cada una de las ventanas para poder comprobar cómo sería observar la vida desde otras emociones.
¡Me encantará que me cuentes qué has descubierto!
Arnau dice
Hola Maria!muy interesante publicación!
Al imaginarme cada una de las ventanas,por la ventana de la alegría he visualizado la imagen de un campo lleno de colores en un día soleado,con la risa de fondo de unos niños.
En cuanto a la de la tristeza,he imaginado un día gris,frío y lleno de sombras.
Por las ventanas de la rabia y el miedo me ha resultado difícil visualizarlas…
Más que verlas,las he asociado a sensación de falta de aire,ansiedad,ganas de huir…
La verdad que no es del todo fácil identificarlas perfectamente.
Un abrazo!!