“Llevaba aproximadamente 8 años teniendo constantemente una sensación de malestar y ansiedad. Poco a poco, el malestar se fue convirtiendo en angustia y preocupación constante por tener algún problema de salud física grave. Visitaba constantemente a varios médicos y nunca me quedaba tranquila. Un día, mi médico de cabecera me dijo que los síntomas que yo notaba eran consecuencia de un problema de ansiedad, pero yo no terminaba de creerlo. Llegó un momento que la ansiedad empezó a interferir en mi vida cotidiana: no podía levantarme de la cama, estaba constantemente preocupada y me daba mucho miedo sufrir una enfermedad grave, y entonces decidí buscar ayuda de un psicólogo.
Me sentía muy sola, nadie entendía lo que me estaba pasando. En el fondo, yo tampoco lo entendía y me daba miedo el futuro. No estaba nada convencida de empezar una terapia, no creía que mi problema fuera emocional.
Durante las primeras semanas de trabajo con Maria, no notaba mucho cambio y no confiaba en que realmente pudiera ayudarme. Afortunadamente, no dejé la terapia y poco a poco empecé a notar cambios significativos que marcaban una diferencia importante en mi día a día. Empecé a dormir mejor y empecé a tener momentos en los que no estaba angustiada.
Maria y mi médico de cabecera trabajaron juntos para acordar cuál era la mejor estrategia a seguir en mi caso, y esto me dio confianza. Por primera vez, sentí que no estaba enfrentándome a este problema yo sola. Esto me permitió confiar.
La época de preocupación y ansiedad constante ha quedado atrás. Ahora soy capaz de ver que antes, mi día a día, estaba condicionado por la angustia por la salud. Tengo la sensación de que ahora soy libre, ya no estoy todo el día dando vueltas a un mismo tema de forma obsesiva, como hacía antes. He entendido lo que me ocurría y he podido comprobar que pequeños cambios como pautas de conducta, nuevas maneras de gestionar las emociones y los problemas, han originado cambios personales importantes.
He recuperado la sensación de tener una vida normal. Me he quitado un peso de encima. No he vuelto a tener problemas para dormir y no estoy constantemente pensando que tengo una enfermedad grave.
La gente de mi alrededor me pregunta como he conseguido estar tan bien, y yo solo puedo decir que la terapia ha marcado un antes y un después en mi vida. La clave fue confiar en el proceso de terapia y ser muy constante. Los cambios son progresivos e implican esfuerzo pero ahora siento que tengo más recursos para enfrentarme a la vida”.