“La vida es en gran parte un proceso de
adaptación a las circunstancias en las que vivimos”
Hans Selye
La vida está llena de cambios. A veces cambios positivos, esperados, buscados, y otras veces, repentinos, dolorosos e indeseados. En ambas situaciones necesitamos adaptarnos a las nuevas circunstancias. Aceptar nuestra nueva realidad.
A menudo, los cambios desencadenan un proceso de duelo. Sí, así como lo lees. Un duelo. La intensidad en la que se manifieste o las dificultades que conlleve dependerán de tu momento vital y del tipo de cambio que estés experimentando.
Cuando algo cambia a tu alrededor por una decisión que has tomado, es muy probable que con ese cambio salgas ganando. Pero claro, eso no significa que no pierdas nada. Qué pasa si, aunque queremos con muchas ganas los beneficios de ese cambio, ¿a la vez no queremos perder lo que implica? ¿Y qué ocurre en las situaciones en las que sabes que ese cambio sería positivo para ti, pero crees que las pérdidas que vas a vivir son demasiado grandes y amenazadoras como para lanzarte a la piscina?
Seguramente, algo de lo que digo te está sonando. ¿Alguna vez has sabido que una relación de pareja no era positiva para ti, pero tenías tanto miedo de lo que ocurriría si la cortabas que te era prácticamente imposible pasar a la acción? ¿Has pensado que podría ser peor encontrarte en la nueva situación y has aplicado el “más vale malo conocido que bueno por conocer”? ¿Has tenido clarísimo que tu trabajo no te satisface, no te hace feliz, pero aun así prefieres la comodidad de lo conocido a la incertidumbre de una nueva oportunidad?
Seguro que estos dilemas han pasado alguna vez por tu pensamiento, y probablemente, muchos más.
Y por si no fuera suficiente, además de todas esas situaciones que nos suponen un beneficio claro, o que sabemos que serán positivas para nuestra vida, existen otras muchas que son totalmente inesperadas e indeseadas. Este podría ser el caso de cuando de repente tienes que enfrentarte a una ruptura no deseada, te despiden del trabajo, o cuando te dicen que no vas a poder seguir viviendo en tu casa, o cuando te diagnostican una enfermedad crónica o grave, cuando eso mismo le ocurre a alguien a quien quieres mucho, cuando alguien de tu alrededor fallece.
Todas estas situaciones pueden generarte un batiburrillo de emociones que quizás te puede ser difícil de llevar. Sí, lo has leído bien, llevar, no controlar. Controlar las emociones podría entenderse como decidir en qué momento o ante qué situaciones nos sentimos de una forma u otra. Y eso, ya te adelanto que no podemos hacerlo.
Lo importante es ser capaz de gestionar esas emociones de modo que nos molesten e interfieran lo menos posible en nuestro día a día. Que te adaptes a tu nueva realidad, sea cual sea, dependerá de cómo gestiones tus emociones.
Lo primero que deberías tener claro es que para poder gestionar las emociones y transformarlas necesitamos experimentarlas. Necesitas vivir la experiencia de estar triste o de tener miedo, de sentirte sola/o, o cualquier otra que se te pueda ocurrir. Y sí, es durísimo, molesto, desagradable, y da miedo, pero te aseguro que es la única forma de poder bajar su intensidad y poder sacar algún aprendizaje de ella.
Así que hoy he decidido compartir contigo algunas ideas que pueden ayudarte a convivir con estos procesos a veces tan complicados de afrontar.
- Todas las emociones tienen una función, presta atención, escúchala.
- Permítete sentir. No hay emociones correctas o incorrectas.
- Una vez identificada la emoción, permítete expresarla. A tu manera.
- Observa si tu manera de gestionar esa emoción te ayuda.
- No actúes como si nada pasara. Lo único que conseguirás es posponerlo.
- La adaptación es un proceso que necesita tiempo, respeta tu ritmo.
- Perdónate por no saber cómo afrontar una situación. Recuerda, no naciste aprendida/o.
- Atrévete a pedir ayuda. El peso, cuando lo compartimos, es más llevadero.
Recuerda que todos experimentamos cambios en nuestras vidas. Y obviamente, no todos se viven igual, ni son igual de fáciles (o difíciles). Así que, si en algún momento sientes que no dispones de los recursos suficientes para enfrentarte a esta situación, o que las estrategias que normalmente utilizas ahora no te están ayudando, recuerda que puedes ponerte en contacto conmigo, yo puedo acompañarte.
Un gran emperador chino reunió en un conclave a todos sus sabios.
“Necesito que descubráis una fórmula útil ante cualquier dolor.” Los
sabios se miraron entre si. Era una misión imposible. Después de
trabajar en ello días y meses, por fin se pusieron todos de acuerdo.
El portavoz se presentó en la sala del trono y dirigiéndose al emperador
le hizo saber que tenía una respuesta. “Estoy impaciente. Decidme”,
exclamó el soberano. “Esto también pasará”, dijo simplemente el sabio
y, haciendo una reverencia, giró sobre sus pies y abandonó el salón.
M. Busquets, También esto pasará
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