La mayoría de personas que acuden a consulta llegan con mucho malestar. Después de mucho tiempo intentando gestionar lo que les está pasando, valiéndose de todo tipo de estrategias y artilugios para seguir caminando, cada vez se están encontrando con más dificultades y la intensidad de su malestar es cada vez mayor.
A veces, vienen en busca de soluciones mágicas e inmediatas. El típico “vengo para que me digas qué debo hacer para dejar de sentirme así”. Ojalá pudiera devolverles un “haz esto tres veces al día durante dos semanas y ya estará solucionado”. Y ojalá tuviera una varita mágica que hiciera que esas personas se sintieran bien, se sintieran protegidas y seguras. Pero no la tengo. Ni yo, ni nadie. Un proceso terapéutico requiere tiempo para observar y para digerir aquello que vamos identificando.
Aún así, es cierto que una de las funciones que tiene la psicoterapia es la de contención y, aunque está presente a lo largo de todo el proceso, en los primeros momentos es cuando percibimos que es más necesaria. Para explicarte a qué me estoy refiriendo voy a utilizar un caso.
A se siente muy perdida y desbordada, siente que su vida no le satisface. Además, hace tiempo que se siente muy ansiosa, las palpitaciones le acompañan a todas partes, y el malestar cada vez es mayor, cada vez le interfiere más en el día a día. La ansiedad parece ser una forma que su cuerpo ha encontrado para expresar que hay algo en su mundo emocional que no está funcionando, que ha cambiado o que le incomoda. Y, sobre todo, que hay algo que no está escuchando.
Para que veas un símil de ese proceso voy a ponerte un ejemplo, imagina que estás en una comida familiar, todos estáis sentados alrededor de una misma mesa. Hay varias conversaciones a la vez. Tú quieres decirles algo a todos así que te dispones a pedirles su atención. La primera vez lo dices en un volumen normal (el tuyo habitual). Nadie reacciona. Quieres que oigan lo que tienes que decirles, así que ¿qué crees que harás de forma casi automática? Probablemente, lo repetirás pero un poquito más fuerte. Y seguirás subiendo el volumen hasta que te escuchen. Al final, pegas un grito. Todos se callan, te miran perplejos, no entienden nada.
La ansiedad es la manera que ha encontrado su cuerpo de gritar, de decirle que pare, que escuche un momento lo que necesita decirle.
En un primer momento, va a necesitar aprender algún recurso para que su sufrimiento pueda bajar de intensidad. Algo que le permita sentir que la ansiedad no le impide hacer frente a su día a día, que puede bajar revoluciones. Lo que estamos haciendo es darle herramientas para que la percepción de descontrol y desbordamiento disminuya. Esto es lo que entendemos por contención.
Pero, obviamente, el trabajo no termina ahí. También necesitaremos explorar en su historia de vida para conocer cómo gestiona sus emociones, cómo se cuida y en qué áreas de su vida se siente desbordada, y así, detectaremos qué patrones son disfuncionales. Que ahora esos patrones sean disfuncionales no significa que siempre lo fueran. Están ahí, porque en algún momento de su vida le permitieron seguir adelante, le permitieron protegerse y sentirse segura. Lo que pasa es que han dejado de ser útiles. Por tanto, sería interesante trabajar para desaprenderlos y aprender nuevos patrones, nuevas estrategias, nuevas herramientas que puedan servirle a largo plazo.
Algunas personas, poco tiempo después de empezar su proceso hacen esta reflexión: “estoy mucho mejor, creo que ya no necesito seguir haciendo terapia”. ¿Qué te parece? Puede ser que pienses, “pues es genial, es positivo”. Y sí, lo es, su malestar ha disminuido y las estrategias que hemos trabajado hasta ese momento le están funcionando. Pero, ¿seguro que lo que está pasando es que las estrategias de contención están funcionando? Aunque así fuera, ¿hemos resuelto el problema?
Quizás lo que ha pasado es que su contexto ha cambiado. Por ejemplo, si el foco de su malestar era el trabajo y ha dejado de trabajar puede percibir que el problema está resuelto. O si su malestar estaba relacionado con una ruptura y, de repente, aparece otra persona, sus pensamientos y sentimientos habrán cambiado. Y sí, seguro que las estrategias y recursos que se han trabajado en terapia le están funcionando, por lo menos, algunas veces.
Pero, ¿eso significa que el trabajo terapéutico ya no es necesario? ¿Qué pasa con su mundo emocional? ¿Hemos podido entrar? ¿Hemos podido revisar qué falló para que llegara a ese nivel de malestar? Seguro que ya estás imaginando la respuesta. Quizás te estés preguntando por qué motivo esa persona decidiría no seguir adelante. Pues la verdad es que no hay un único motivo, pero aquí tienes algunos:
- No es su momento, no le apetece profundizar en su interior, aunque sea consciente de la importancia de hacerlo.
- Ha encontrado una forma de construir un muro alrededor de sus emociones que le permite seguir adelante en su día a día, y le da miedo romperlo.
- No puede aceptarse vulnerable, necesita creer que el único problema que había era el contexto, y que una vez éste ha cambiado, ya no hay nada más que trabajar.
En todos los casos, lo que está haciendo esa persona es protegerse. Y está bien, cada persona tiene su ritmo, su momento, su proceso.
Quería que supieras que estos altos en el camino también forman parte de algunos procesos terapéuticos. A veces, necesitamos más tiempo, distanciarnos, escondernos. Es tu proceso, tu ritmo, tus necesidades. Tú decides cómo, cuándo y con quién. Pero, a pesar de ello, me gustaría compartir contigo una reflexión.
Quizás en los momentos en los que crees que es menos necesario ir a terapia, en los que el malestar ya no está presente de una forma tan intensa, puede que sean los momentos en los que se puede trabajar mejor, en los que podemos llegar a lo más profundo de tu mundo interno para que aprendas a observarte, a conocerte, a escucharte, a sostenerte y a acompañarte. Aprendizajes que te permitirían enfrentarte de una manera más consciente y saludable al futuro.
Solo es una reflexión. No encajará con todo el mundo. Probablemente, no encaja en todos los casos. Quizás no te encaje a ti. Como digo siempre a las personas que acompaño, déjalo en remojo, dale una vuelta, y si no te encaja puedes descartarlo, pero quizás descubres que tiene sentido para ti.
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